Las arenas rojas del desierto. Parte III

13/10/2017. 7.00 am
Me costó dormir más de lo normal pero aún tenía fuerzas para emprender la vuelta a casa. Mohamed me acompaño hasta una tetería en el centro de Merzouga que regentaba su primo. Después de desayunar pan, queso, olivas, té y un buen café me despedí de ellos y empecé la ruta al norte emprendiendo la vuelta a casa.
Debido a la tormenta de arena del día anterior, la carretera principal que unía Merzouga con Rissani estaba medio cubierta de tierra y arena. Más de un susto me llevé cuando circulando por el asfalto cambiaba drásticamente a arena y pensaba: «Ahí te vas Alvaro.»
El desierto iba cambiando a su paso y entre oasis y oasis iban pasando los kms por el Valle del Ziz. En el camino coincidí con un grupo de moteros que iban directos a Chaouen y que no dudé en acercarme con la vieja XT para entablar conversación. Intentaba ir a su ritmo pero era imposible, las altas cilindradas y la tecnología lo ponía más fácil para hacer más kms en menos tiempo. Casualmente me encontré de nuevo con ellos y sorprendidos como si vieran un fantasma, se acercaron para, como dijeron, «Alabar los santos cojones que pongo por ir con la XT». Nos despedimos después de risas y poco a poco los fui perdiendo en el horizonte delante de mí.
Hacía mucho calor y poco a poco me estaba acercando a la parte oriental del Atlas. Qué diferente se veía cuando en las primeras etapas más al oeste estaba lleno de arboles y aquí brillaban por su ausencia! Al medio día la poca sombra que había estaba ocupada por ganado y algún local con ganas de ver pasar el tiempo al lado de la carretera.
Llegué a media tarde a Midelt. Después descansar y refrescarme a la sombra, conocí a Louis. Venía desde Francia en una BMW RT del 90 y algo y quería bajar hasta Merzouga para hacer el mismo camino que yo pero a la inversa. Cenamos juntos y pasamos lo que quedaba del día hablando de rutas, gobierno, familia y vida.
14/10/2017. 8.00 am
Louis y yo nos pusimos el día anterior de acuerdo para desayunar juntos y despedirnos en las motos. A él le quedaban 200kms hasta Erfoud y a mi 350km hasta Rabat. Nos dimos los teléfonos y nos prometimos que algún día coincidiríamos de nuevo en la carretera.
Ya en carretera todo parecía ir bien. Las arenas rojizas iban desapareciendo para cubrirse con tonos marrones y verdes. Me perdí entre pistas y al llegar a un pueblo consigo orientarme. Ya era medio día y aprovecho para comer algo, descansar y repostar.
Se notaba el cambio cuanto más al norte llegaba y cada vez veía más movimiento en las calles y en las carreteras. Aún estaba a 100kms de Rabat y aquello parecía Madrid en hora punta. Tomándolo con calma llegué hasta la Medina sobre las 5 de la tarde. Como a ella no podía acceder con la moto decidí dejarla en un parking cerrado toda la noche. 93DH me parecían un robo pero no tenía muchas más alternativas cerca. El Dar no parecía muy confortable, pero era sólo para una noche.
Paseé por gran parte de la Medina y las zonas colindantes como el Kashba de los Oudayas, Torre de Hassan y el Zoco. Tomando un té en el Zoco.
Era pura venta ambulante. Cuantos contrastes en tan sólo 2 días y menos de 400kms en linea recta. Los ojos me pesaban y me fui a dormir.
Después de todo, había llegado a la costa. Era la penúltima noche que pasaba en Marruecos aunque dentro de mi había algo que me hacía pensar que fue ayer la última de verdad… Había pasado una semana desde que crucé la frontera y cada paso que había dado y km recorrido me había aportado historias que guardaré para siempre y que pronto compartiría.
Todavía tenía la sensación de estar en el desierto disfrutando de un té en compañía del silencio y de mi diario de abordo.
15/10/2017. 7.30 am
Tomé un fuerte desayuno pues tardaría en comer y la última parada era Tánger. Tenía la opción de elegir dos caminos: O por las montañas o por la costa. Y después de tanta montaña empecé el camino de la costa. La primera parada fue Asilah, un pequeño pueblo lleno de arte en la calle. Sus paredes blancas y limpias contrastaban con las pinturas al girar cada esquina. Solamente separada la medina por una muralla, las olas del Atlántico rompían contra ella en cada serie. De haber traído la tabla de surf me quedaría la noche allí. Me hubiera gustado llevarme algún cuadro pero no podía transportarlo sin que este se acabase rompiendo.
A 50 kms paré de nuevo para visitar las Grutas de Hércules, unas cuevas hechas por el mar y que aparentemente tienen una ventana con la forma de África. Lleno de turismo, disfrutaba más con los pies en el agua viendo como la gente se hacía selfies imposibles con algún que otro susto.
Ya de vuelta en la moto para hacer los últimos 10kms hasta el hotel en el que pasaría la última noche, desde un coche me gritaron: «La moto del desierto, La moto del desierto». Y con una sonrisa entre oreja y oreja aceleré y llegué a los pocos minutos al hotel. Haciendo el check-in vi tras la ventana un manto azul de agua, Era una piscina! Me faltaron segundos para quitarme la ropa de moto llena de tierra para meterme en el agua azulada bajo 37 grados.
A la noche cené en la calle y paseé por la playa. Estaba llena de gente y de caballos corriendo. A lo lejos se intuía un pequeño resplandor de luz que le llamé Tarifa y cansado me fui a dormir.
16/10/2017. 8:00 am
Zarpaba el ferry a las 14:00 pm pero, como me habían advertido, era conveniente llegar antes para pasar los lentos trámites marroquíes. De camino se unió una pareja de bilbaínos que cogerían el mismo ferry que yo. Y tras pasar las motos por rayos x para ver si llevábamos algo ilegal, nos subimos en el siguiente ferry que zarpaba. Eran las 11:00 am en Marruecos y llegaríamos a las 13:00 pm al puerto de Tarifa. Una vez en tierra y habiendo pasado las aduanas, nos despedimos en direcciones opuestas. Tenía la furgoneta en el paseo de la playa y rezaba porque aun siguiese allí.
Monté todo de nuevo e hice una compra para el largo camino de 12 horas que quedaba hasta casa. Había avisos de incendios por todo el camino y llegando a Piedrafita se llenó de humo que hacía difícil continuar. Paré para repostar y descansar un poco la vista, quedaban sólo 2 horas para coger mi cama con fuerzas. Al haber llegado pronto a Tarifa me planteé la posibilidad de hacer el camino del tirón y en ese momento me costaba pero lo agradecería al día siguiente.
17/10/2017. 3:00 am
Conseguí llegar. Dejé todo en la furgoneta y me preparé para dormir pero no podía. Habían pasado 2300 kms en 7 días. El país de la arena roja, las piedras en la carretera, las tormentas de arena, de la lluvia y los vientos infernales, del frío y el calor, del mar, la montaña y el desierto… Marruecos me había dado la oportunidad de disfrutar de cada uno de esos kms y de paso para conocerme mejor a mi mismo y saber que el límite realmente está en la cabeza… Aunque esto realmente todo el mundo lo sabe pero no lo conocemos hasta que lo vivimos. Tras mis últimos pensamientos fui perdiendo la consciencia hasta quedarme dormido.
Y ahora digo, ¿Quien se apunta a una revancha? Nos veremos de nuevo las caras Marruecos.
Tags: desiertomarruecosmotoviajext600